Como profesora, he aprendido que el error, lejos de ser un obstáculo, es una herramienta poderosa para el aprendizaje. Sin embargo, no siempre es fácil verlo de esta manera. Muchas veces, tanto los docentes como los estudiantes, asociamos equivocarnos con fallar, con "no ser suficiente". Mi camino como especialista en aprendizaje me ha llevado a replantear esta idea y a construir espacios donde el error sea no solo permitido, sino celebrado como una oportunidad para crecer.
Esta visión está en sintonía con las ideas de Carol Dweck, quien sostiene que “los errores no son fracasos; son una parte esencial del proceso de aprendizaje” (2006). Adoptar esta mentalidad de crecimiento nos permite ver cada tropiezo como una oportunidad de mejora.
Un espacio para aprender con libertad
El primer paso para resignificar el error en el aula es crear un ambiente cómodo, tanto física como emocionalmente. He experimentado cómo pequeños cambios pueden marcar una gran diferencia: una música suave de fondo, aromas relajantes como lavanda o cítricos e, incluso, invitar a los estudiantes a estar descalzos en ciertos momentos. Estas estrategias no son caprichosas, tienen un propósito claro: romper con la rigidez tradicional del aula y fomentar un espacio donde los estudiantes se sientan libres para equivocarse sin miedo al juicio.
Este enfoque responde a lo planteado por Rita Pierson, quien afirmaba que “los niños no aprenden de personas que no les agradan” (2013), recordándonos la importancia del vínculo y la contención emocional en el proceso educativo.
El error como parte del proceso
Una vez que se establece un ambiente propicio, es fundamental trabajar la percepción del error. Esto requiere modelar una actitud abierta como docente y fomentar una mirada enfocada en la autocrítica saludable y la crítica constructiva entre pares. Enseño a mis estudiantes que equivocarse no define su capacidad, sino que es una parte inevitable y necesaria del aprendizaje.
John Hattie, en su obra Visible Learning, destaca que “el error debe ser visto como algo informativo, no como algo negativo” (2009). Siguiendo esta línea, utilizamos frases como: “¿Qué puedo aprender de este error?” o “¿Cómo puedo mejorar gracias a lo que descubrí hoy?”.
Un ejemplo poderoso es cuando comparto con mis estudiantes algunos de mis propios errores en clase. Les muestro que yo también me equivoco y que, al reflexionar sobre ello, puedo mejorar como profesional. Este simple acto de vulnerabilidad genera confianza y reduce la presión de ser "perfecto".
Anticipando el error
El conocimiento profundo de las características de aprendizaje y las trayectorias educativas de mis estudiantes me permite anticipar dónde es más probable que surjan errores. Este enfoque no es para evitarlos, sino para preparar el terreno y usarlos como momentos clave de aprendizaje. Si sé que una fracción podría confundirlos o que un texto puede ser desafiante por su vocabulario, diseño actividades que les permitan explorar esos desafíos de manera guiada.
Esta forma de mediación activa se alinea con los principios de Reuven Feuerstein, quien entendía el error como una oportunidad para intervenir pedagógicamente, no como un diagnóstico permanente (1980).
Estrategias formativas para abrazar el error
Incorporar estrategias formativas me ha ayudado a convertir el error en algo tangible y manejable. Aquí algunos ejemplos que han transformado mi práctica:
"En Blanco": Cada estudiante tiene una pequeña hoja blanca donde escribe su respuesta. Esto les da la libertad de corregir sin temor a la exposición pública y me permite identificar patrones de errores comunes para abordarlos en conjunto.
"Colores": Los estudiantes usan lápices de colores (verde, amarillo y rojo) para indicar cómo se sienten con un tema o problema. Esto me permite ajustar el ritmo de la clase y generar espacios de reflexión donde trabajamos juntos para superar los "rojos".
"Mi mejor Error": Esta actividad consiste en que los estudiantes elijan un error que cometieron durante la semana y reflexionen sobre lo que aprendieron de él. Este ejercicio no solo normaliza el error, sino que lo convierte en una herramienta de autoconocimiento.
Ken Robinson, defensor de la creatividad y del pensamiento divergente, sostenía que “si no estás preparado para equivocarte, nunca llegarás a nada original” (2006). Estas actividades invitan justamente a eso: a atreverse, experimentar y aprender.
Reflexionando en colectivo
Una de las prácticas más enriquecedoras ha sido identificar errores junto con toda la clase y generar pausas de reflexión para subsanarlos. Cuando analizamos un problema matemático resuelto incorrectamente o un párrafo que necesita más claridad, no buscamos culpables: buscamos soluciones. Preguntas como “¿Qué podríamos haber hecho diferente?” o “¿Cómo podemos evitar este error la próxima vez?” fomentan una discusión abierta y colaborativa.
Una mirada hacia el futuro
Trabajar el error de esta manera ha transformado no solo a mis estudiantes, sino también a mí como docente. He aprendido a verlo no como un fracaso, sino como una oportunidad de innovación y crecimiento. Invito a mis colegas a atreverse a mirar el error desde esta perspectiva, a crear aulas donde equivocarse sea parte del camino hacia el éxito.
Cuando los estudiantes entienden que el error es una etapa más del aprendizaje, empiezan a asumir riesgos, a explorar, a preguntarse y a crecer. Y ahí es donde reside la verdadera magia del aula, en esa chispa de descubrimiento que ocurre cuando nos permitimos aprender a través de nuestras imperfecciones.
Como aporte desde mi práctica docente, dejaré un documento de la Agencia de Calidad de la Educación, que ha sido muy útil para aplicar dentro del aula: Estrategias de Evaluación Formativa. Estoy segura que podrá brindarles herramientas de gran utilidad para fortalecer día a día nuestra labor pedagógica.
Además, adjunto dos documentos correspondientes a una Jornada de Reflexión que podrán aplicar en un Consejo Técnico Pedagógico semanal, así como también, un Módulo de Trabajo de Ciclo que podrán aplicar en reuniones semanales de análisis de prácticas metodológicas en el aula. Finalmente, les recomiendo la siguiente bibliografía que seguramente será un aporte a su reflexión docente.
Bibliografía sugerida:
Dweck, C. (2006). Mindset: The New Psychology of Success. Random House.
Hattie, J. (2009). Visible Learning. Routledge.
Robinson, K. (2006). Do Schools Kill Creativity? TED Talk.
Feuerstein, R. (1980). Instrumental Enrichment. University Park Press.
Pierson, R. (2013). Every Kid Needs a Champion. TED Talk.
Archivos adjuntos
Tipo | Título del archivo | |
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pdf | "Estrategias de Evaluación Formativa" | Descargar |
pdf | Módulo de Trabajo para reunión de ciclo | Descargar |
pdf | Jornada de Reflexión Docente | Descargar |
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