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El grupo de aprendizaje entre pares una posibilidad de favorecer el cambio de la prácticas
cotidianas de aula
Ana María Cerda Taverne*
Isaura López Lillo**
A través de diferentes programas de formación continua impulsados desde el CPEIP, se ha
apoyado la constitución de grupos de docentes orientados al aprendizaje entre pares. La apuesta
de esta estrategia es que si se generan condiciones para que personas de un mismo oficio –el de
enseñar– con necesidades y objetivos afines se reúnan periódicamente con el fin de socializar
sus saberes pedagógicos, analizar sus experiencias de trabajo, discutir concepciones y creencias,
apropiarse de nuevos conocimientos y formas de trabajo de aula, podrán reconstruir sus saberes
y transformar sus prácticas pedagógicas, permitiendo el mejoramiento de los aprendizajes de los
estudiantes con que trabajan.
Planteamos que iniciar conversaciones entre profesionales de la educación a partir del hacer y no
desde el discurso del deber ser, es posible un diálogo sustentado en un piso de realidad, donde se
hacen presentes las demandas de la sociedad y las específicas de los alumnos con que se trabaja.
Si además, estas conversaciones están sustentadas por teorías y métodos, se favorece una real y
fluida interlocución con el conocimiento. Estamos conscientes de que diálogos y reflexiones de
este carácter, exigen mayores niveles de profundidad y rigurosidad en el análisis de la práctica de
la enseñanza para poder realizar transformaciones en ellas.
Al fomentar el funcionamiento de grupos de aprendizaje entre pares, estamos convencidos de
que es más factible y efectiva la actualización pedagógica, debido a que la pedagogía, el saber
enseñar, es un saber práctico y experiencial que no necesariamente está en manos del saber
erudito del mundo académico. Para realizar una buena docencia de aula, se necesitan
conocimientos específicos de la profesión, que provienen de ella misma.
El saber docente existente en cada uno de los profesores y en sus comunidades educativas ha
estado “encerrado” entre las paredes del aula o en las estructuras institucionales. La falta de
espacios para analizarlo en profundidad y compartirlo ha sido una característica de nuestro
sistema educativo. Abrir este espacio significa iniciar conversaciones profesionales que rescaten
y reconstruyan el saber pedagógico acumulado.
El saber pedagógico
El concepto de saber pedagógico puede ser entendido de modos diversos, de allí la necesidad de
especificarlo para que se comprenda la propuesta pedagógica que hay a la base de los programas
que siguen esta línea. Para De Tezanos el saber pedagógico se construye desde tres ejes: la
tradición del oficio, la práctica y la reflexión.1
* Profesora de Historia, Geografía y Educación Cívica; Magíster en Investigación Educativa;
Coordinadora de la Red Maestros de Maestros, CPEIP. anamaria.cerda@mineduc.cl
** Licenciada en Ciencias de la Educación; Postítulo en Gestión de Centros Educativos; Coordinadora del
Programa Pasantías Nacionales, CPEIP. isaura.lopez@mineduc.cl
1 Mineduc, Programa MECE.-Media. De Tezanos, Araceli, “Grupos Profesionales de Trabajo: lo esencial
en la tarea docente” (documento mimeo s/f).
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La tradición del oficio
El oficio de enseñar tiene una larga tradición. Lleva siglos realizándose y aunque cambia en
cuanto a los individuos, contextos y épocas históricas, hay ciertos aspectos que se mantienen. La
constante más relevante se refiere a la capacidad para diseñar y organizar “tareas” para que
todos los alumnos y alumnas puedan aprender los conocimientos, habilidades, competencias y
actitudes que la sociedad ha legitimado como los válidos de aprender.2
Este oficio es social, porque es compartido por un grupo de sujetos que poseen una formación
común, trabajan en una misma institución, la escuela, y están sujetos a reglas del juego
comparables (marco curricular, planes, programas, normativas, etc.). Esto hace que las
representaciones o prácticas de cada profesor o profesora, adquieran sentido en relación a esta
situación colectiva en que realizan su trabajo. El saber profesional docente, si bien es personal,
tiene un fuerte componente social; es un saber legitimado socialmente a través de ciertas
estructuras y orientaciones que le permiten a cada profesor o profesora, el ejercicio de la
profesión.
El saber del docente se va adquiriendo fundamentalmente en el contexto de una tradición social.
El docente, a medida que ha ido interactuando con los diferentes estilos de sus profesores y
profesoras –primero en la etapa escolar y posteriormente en los años de su formación
profesional– ha ido internalizando ciertos patrones de conducta respecto de cómo enseñar. Este
aprendizaje tiene un fuerte componente social implícito, debido a que se ha ido produciendo, en
gran medida, a través de la socialización transcurrida durante su rol de alumno por tiempos muy
prolongados; se trata de un aprendizaje mediado fuertemente por percepciones,
preconcepciones, creencias, valores, hábitos y reglas. Los aprendizajes implícitos son los más
difíciles de verbalizar y modificar y fluyen con mucha naturalidad a nivel de las prácticas, a
diferencia de los conocimientos formalizados, que se pueden comunicar con claridad, pero no
necesariamente aplicarlos en la práctica.
Posteriormente, ya en el ejercicio de la docencia, el profesor o profesora continúa su aprendizaje
respecto de cómo enseñar: paulatinamente se va apropiando de ciertas prácticas observadas en
2 Sacristán, José Gimeno. 1994. El currículum: una reflexión sobre la práctica. Madrid: Ediciones Morata.
Tradición del oficio
de enseñar
Práctica pedagógica
EL SABER PEDAGÓGIICO
Reflexión crítica
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el lugar de trabajo, adaptando sus saberes, conocimientos y teorías en función de esa realidad,
así como reflexionando y apoyándose en sus pares.3
La práctica docente
El hacer cotidiano que realiza el docente, en tanto práctica, lo entendemos como un hacer, que
tiene a la base concepciones, creencias, conocimientos implícitos y/o explícitos que es necesario
asumir lo más conscientemente posible para que se haga efectiva la transformación de las
prácticas docentes.
El trabajo cotidiano del docente es eminentemente interactivo. El profesor trabaja con sujetos y
su función es crear las condiciones propicias para que los alumnos y alumnas logren
aprendizajes que les permitan integrarse de una manera proactiva al mundo en el que les toca
desenvolverse. Siguiendo a Tardif (2004), enseñar es actuar con otros seres humanos y en esas
interacciones, se produce un juego sutil de conocimientos, reconocimientos y papeles
recíprocos, modificados por las expectativas y las perspectivas negociadas entre el profesor y
sus alumnos. Por tanto, el saber docente se manifiesta en las interacciones con los estudiantes y
es allí donde, en tanto sujetos, se vinculan con lo que son, hacen, sienten, piensan y dicen.4
También es cierto, que el conjunto de experiencias que el docente ha internalizado, de las cuales
muchas veces no es consciente, afloran en la inmediatez del aula. El concepto de inmediatez en
el aula, acuñado por Jackson (1975), da cuenta de los múltiples tipos de interacciones que el
profesor o profesora tiene que asumir en la sala de clases, a partir de los fenómenos emergentes,
a los cuales debe responder sin disponer de tiempo para realizar un mayor análisis o reflexión.5
Para dar tales respuestas, el profesor recurre a un repertorio donde aflora el saber más
internalizado, el conocimiento implícito, y las emociones asociadas a la percepción construida
en ese momento. Así, las respuestas que da el docente en estas situaciones, se vinculan a la
tradición del oficio, que no necesariamente están acordes a los nuevos requerimientos de qué y
cómo enseñar.
El saber pedagógico, que es profundamente social, es al mismo tiempo un saber de los sujetos
individuales que lo poseen y que lo incorporan a su práctica de trabajo para adaptarlo a ella. El
trabajo que realiza el docente en el aula, no es solo una aplicación de conocimientos producidos
por otros, sino un espacio de producción, transformación y movilización de saberes que le son
propios.
Procesos reflexivos
El saber pedagógico se moviliza y puede reestructurarse –en la perspectiva de transformar las
prácticas de acuerdo a las nuevas demandas que la sociedad hace a la escuela– si se producen
procesos de diálogo entre docentes, tendientes al intercambio de saberes y experiencias, y si se
realizan sobre ciertos referentes y criterios de calidad. 6 Este tipo de diálogo da cabida a que los
involucrados den curso a procesos de reflexión que permiten apoyar los procesos de apertura, de
visualización de otras formas de hacer las cosas, de aprendizaje con otros.
3 Para diversos investigadores educacionales del hemisferio norte, el período inicial del ejercicio de la
docencia es muy relevante para la formación en la práctica de los docentes, ya que permite modificar
preconcepciones y percepciones del cómo enseñar. Por ello han incorporado estrategias que
profesores de aula con experiencia, apoyen a profesores que ingresan a trabajar en el sistema escolar.
En Chile aún no hemos desarrollado estos procesos de inducción; en el 2006 el CPEIP iniciará un
proyecto en esta perspectiva.
4 Tardif, Maurice. 2004. Los saberes del docente y su desarrollo profesional. España: Ed. Marcea S. A.
Ediciones.
5 Jackson, Philip. 1975. La vida en las aulas. Madrid: Editorial Morova.
6 Por ejemplo, si se está observando aula, el Marco para la Buena Enseñanza –documento elaborado por
el Ministerio de Educación en el año 2003, a partir de una reflexión tripartita de los equipos técnicos de
este, de la Asociación Chilena de Municipalidades y del Colegio de Profesores– establece lo que los
docentes chilenos deben saber y saber hacer y por tanto es un buen referente para levantar preguntas
y autoevaluarse.
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Entonces, se puede decir que el saber del oficio se puede transformar a partir del diálogo y
reflexión que realizan grupos de docentes acerca de su práctica cotidiana. Para que este diálogoreflexión
sea efectivo, es decir, para que contribuya a cambiar percepciones y
conceptualizaciones es necesario que se realice en forma sistemática y que esté muy apegado a
la práctica cotidiana.
Lo anterior supone la posibilidad de hacer y hacerse preguntas específicas relativas a acciones
pedagógicas recurrentes, ya que a partir de ellas será posible tomar conciencia del origen de esas
formas de hacer las cosas y de sus efectos en la formación de los alumnos. Esta forma de
proceder permite entrar a cuestionar las racionalidades del propio quehacer y considerar como
plausibles otras alternativas que se puedan conocer en el intercambio con los pares.
Una práctica recurrente en las escuelas es, por ejemplo, que los alumnos formen filas antes de
entrar a clases. Cuando los docentes plantean preguntas a propósito de esta acción, se da inicio a
un diálogo pedagógico y a una reflexión crítica de ese hacer. Las preguntas pueden ser: ¿Cuánto
tiempo toma esta actividad? ¿Con qué sentido se realiza esta acción? ¿Dónde se aprendió el
valor de esta acción? ¿Cuándo y por qué se habrá instalado esta práctica en el sistema escolar?
¿Qué estarán aprendiendo los alumnos con esta práctica: qué valores, qué actitudes? ¿Son esos
aprendizajes los que requieren los alumnos para insertarse al mundo?
Considerando que el saber del oficio de enseñar si bien tiene componentes teóricos, es
básicamente experiencial en el sentido que está relacionado con habilidades individuales, y que
además, es un trabajo que realiza el profesor en solitario frente a los alumnos, se hace
indispensable generar condiciones para que pueda ser analizado y debatido con otros. Es
relevante que los docentes puedan objetivar la propia práctica, lo cual no puede ser solo
producto del esfuerzo y la responsabilidad individual de los docentes, sino que de la
institucionalidad escolar en su conjunto. Para ello es necesario que se reconozca en el discurso
público la necesidad de tal diálogo y reflexión, ya que ello viabilizará que el saber pedagógico
del docente pueda ir reconstruyéndose a partir de las demandas que la sociedad le hace a la
educación.
El aprendizaje entre pares
La práctica docente puede ser analizada con distintos propósitos, desde distintos paradigmas y
enfoques, y por distintos especialistas. No obstante, si se desea analizar la práctica para
encontrar las claves o señales respecto de cómo enseñar para producir aprendizajes en los
alumnos, dicho análisis requiere de la concurrencia indispensable de los propios profesores y
profesoras, por cuanto son ellos y ellas quienes “tienen” el saber pedagógico, ese saber hacer
propio de la profesión, y a partir de la experiencia común que comparten, pueden hacer análisis
cualitativos que tengan directo impacto en el propio quehacer profesional.
El concepto aprendizaje entre pares implica la valoración del conocimiento generado en la
práctica cotidiana, que es experiencial y personificado y que tiene sentido para quienes lo han
producido y utilizado. Cada sujeto que intercambia, comunica y analiza con otros sus
conocimientos, pone en juego sus habilidades y competencias, las que se incrementan producto
de esa interacción. En la interacción todos los participantes en un proceso de co-aprendizaje,
potencian sus aprendizajes y gatillan procesos similares en los otros.
Para que se produzca esta situación de inter-aprendizaje, es importante que quienes participan
del diálogo y reflexión reconozcan al otro como legítimo para aprender de él, en tanto es un par
en el oficio. El otro, aunque tenga diferentes conocimientos, experiencias y expectativas,
constituye un aporte a la reflexión porque justamente es la diversidad la que permite abrirse a
nuevas miradas, cuestionamientos y reflexiones. Es por ello que la presencia de docentes más
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expertos, con competencias para el trabajo con adultos, potencia los procesos de transformación,
ya que facilita que el grupo se abra a la diversidad de experiencias y saberes y que el diálogo se
constituya en una instancia que permita a los sujetos involucrados reelaborar el significado que
cada uno da a su práctica, potenciando así la capacidad para seguir aprendiendo.
Esta actitud de apertura da cabida a un genuino análisis respecto de los por qué y los para qué
de la práctica profesional y permite crear las confianzas para buscar y probar alternativas de
acción conjunta. Por esto, los diálogos no pueden circunscribirse a las experiencias exitosas;
todas las experiencias merecen ser compartidas y analizadas entre los docentes, pues de todas
ellas es susceptible aprender, en tanto se dan en contextos similares y abordan problemáticas
comunes.
En las situaciones de aprendizaje entre pares se generan dinámicas grupales que contribuyen a
que los involucrados puedan paulatinamente ir desentrañando los saberes implícitos que marcan
sus prácticas. Ello es posible porque entre los docentes que conforman un grupo de aprendizaje
se incrementan los niveles de empatía y confianza mutua, lo que los lleva a percibir los
objetivos comunes de manera más explícita y consistente y sentir, en muchos casos, un reencantamiento
personal con la profesión.
El clima de empatía y confianza que se va gestando en los grupos de aprendizaje entre pares
contribuye a que los profesores y profesoras se sientan cómodos para expresar sus ideas,
compartir sus experiencias, analizar las creencias, preconceptos o enfoques en juego en una
situación determinada, revisar ciertas metodologías y tal vez, lo más significativo, analizar los
procesos y resultados de la aplicación al aula de alguna determinada estrategia, metodología o
enfoque. Ahora bien, es la diversidad de estilos de pensamiento de los integrantes del grupo de
aprendizaje, los distintos bagajes de conocimientos y experiencias, las distintas formas de
concebir los procesos pedagógicos y de aprendizaje, lo que enriquece la conversación
profesional favoreciendo la re-estructuración conceptual.
En los programas impulsados desde el CPEIP que privilegian el aprendizaje entre pares, como
Talleres Comunales, Pasantías Nacionales, Redes Pedagógicas, se ha podido apreciar que
cuando los propios grupos de docentes y la institucionalidad correspondiente en cada caso crean
condiciones para el trabajo grupal sistemático, se logra efectivamente que los docentes
expliciten sus ideas; se esfuercen por develar sus creencias y preconcepciones; compartan las
experiencias suspendiendo, en la medida de lo posible, los juicios de valor; analicen diferentes
enfoques pedagógicos, y lo más significativo, que experimenten y evalúen nuevas formas de
trabajo en el aula para generar mejores formas de enseñanza.
El porqué del aprendizaje entre pares
Porque sabemos que el saber pedagógico constituye la identidad profesional de los docentes, y
porque sabemos que la valorización de dicho saber incide favorablemente en los niveles de
autoestima profesional y dinamiza procesos de autonomía, protagonismo y anhelos de
profesionalización, es que en los gobiernos de la Concertación, se han impulsado diversas
iniciativas de Desarrollo Profesional Docente sustentadas en la racionalidad del aprendizaje
entre pares.
Si bien esta apuesta del aprendizaje entre pares ha estado presente en diversos programas de
formación continua en distintos períodos históricos, hoy se ha retomado como una opción
medular en aras de recuperar las confianzas perdidas producto de las vicisitudes políticas por las
que ha debido transitar el gremio docente. Antes, por el proceso de municipalización y las
secuelas que aún subsisten, y ahora, por las frecuentes críticas que –simplificando la
complejidad del fenómeno– reciben los profesores por los resultados de aprendizaje de los
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alumnos. Todo ello, ha provocado en no pocos docentes, inseguridad, frustración así como
sentimientos de incomprensión y soledad.
Pero esta opción no solo es válida para que el profesorado pueda recuperar confianzas y el
sentido de su quehacer profesional; también es válida, y es lo más relevante, para producir
transformaciones en las prácticas de enseñanza acordes a las demandas que hoy la sociedad le
hace al sistema educativo. Para producir estas transformaciones, es importante que los procesos
reflexivos, antes señalados, sean apoyados por docentes más expertos (por ejemplo, Profesores
Guía, Maestros de Maestros) o por agentes externos, cuando se requiera.
Brindar a los docentes la posibilidad de interactuar con sus pares para mejorar sus competencias
pedagógicas, es una orientación de política que apoya la credibilidad en los procesos de
actualización pedagógica y que potencia en el profesorado, la generación de procesos de
construcción conjunta respecto de cómo enseñar.
La interacción sistemática con pares en el oficio en un contexto social compartido, ofrece
oportunidades para que los docentes den curso a diálogos y reflexiones que les permitan
reconocer y valorar las propias habilidades y capacidades y las de los otros, y en ese
intercambio, conjuntamente, imaginar, idear, diseñar y realizar cambios en sus prácticas
pedagógicas, que en muchos casos, se expresan con la claridad que lo hace una profesora que
participó de una Pasantía Comunal:
...perfeccionamiento no se produce cuando uno asiste a una institución y es
ente presencial, sino que el verdadero perfeccionamiento se produce cuando se da a conocer
una necesidad
un real y efectivo
y los involucrados se organizan, planifican, desarrollan actividades y se asumen
tareas y compromisos. En lo personal y profesional, para mí este ha sido el mejor
perfeccionamiento en el que he participado porque es mío, junto con mis colegas aporté para
que resultara, con la ayuda de ellos planificamos todo lo necesario para mejorar nuestras
prácticas pedagógicas y así poder lograr aprendizajes significativos en nuestros alumnos.
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