Dos figuras. Claudio Bravo.(Pintor chileno)
Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarse a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus familias, sus trabajos, sus vacaciones , etc. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía percibir desde la ventana. El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con las actividades y colores del mundo exterior. La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua mientras los niños lo hacían con sus volantines. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre el perfume de las flores. Grandes árboles adornaban el paisaje y se divisaban hasta la línea que bordeaba la ciudad. De este modo describía el hombre de la ventana con detalle exquisito el panorama inmenso al tiempo que el del otro lado cerraba los párpados, escuchaba las palabras mágicas e imaginaba la idílica escena. Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana que había muerto plácidamente mientras dormía. Se llenó de pesar y llamó a los ayudantes del hospital para llevarse el cuerpo. Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama del lado de la ventana. La enfermera le cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió apoyándose en sus codos para lanzar su primera mirada al mundo exterior. Por fin tendría la alegría de verlo el mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana, pero se encontró con una pared blanca. El hombre, sorprendido, preguntó a la enfermera qué podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas fijando su punto a través de la ventana. La enfermera le señaló que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni siquiera la pared...
EPÍLOGO:
Es una tremenda felicidad el hacer felices a los demás, sea cual sea la propia situación. El dolor compartido es la mitad de la pena, pero la felicidad, cuando se comparte, es doble. Si quiere sentirse rico, sólo cuente las cosas que tiene y que el dinero no puede comprar. Hoy es un regalo, por eso se le llama el "presente".
- Inicie sesión para comentar