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Re descubriendo el aprendizaje

Pocas veces nos detenemos a pensar ¿Quiénes somos?,  ¿Por qué somos de una u otra forma? ¿Qué es lo que me hace de una determinada manera? ¿Cómo se forma mi personalidad?

           

La vida es un descubrir constante del entorno, nuestras experiencias son las que nos hacen una imagen de él y de cómo debemos comportarnos para desenvolvernos en este difícil mundo. Desde pequeños son nuestros padres los que nos dan las primeras herramientas para socializar, los que nos acercan las primeras visiones de mundo y quienes nos condicionan muchas veces a un determinado rol, ya sea por nuestro género, cultura o temores y vergüenzas que ellos arrastran desde algún tiempo. La carga emocional que tienen estos primeros acercamientos es vital; que trascendente es esa primera mirada de nuestra madre, el primer abrazo, el acercamiento a nuestro padre, las caricias, los afectos o la falta de ellos. La estimulación que realicen para que hablemos o demos nuestros primeros pasos es lo que marca si seremos personas seguras y autónomas o muy avergonzadas y temerosas de la sociedad.

 

Descubrir es una de las vivencias más significativas, puesto que observando, experimentando y manipulando nuestro entorno, nos hacemos una propia imagen de nuestro alrededor y una concepción de vida.

 

Como se dice en buen chileno “que no te la cuenten”, esto quiere decir que hay que vivenciar las cosas para formarse una opinión en lugar de dejarse llevar por lo que los otros nos dicen, y que trascendente se hace ese dicho en la educación porque a nuestros niños normalmente les contamos los contenidos, esperamos que criaturas que necesitan descubrir su entorno entiendan de repente reglas, fórmulas y regularidades que los expertos matemáticos han tardado años de sus vidas en descubrir para lograr, finalmente, sintetizar sus experiencias en esas fórmulas. Y no solo el cuento queda ahí, muchos niños dan las cosas por hecho por que el profesor o sus padres les dicen que las cosas son de una determinada forma sin dejarlos descubrir por ellos mismos; castigándolos si quieren romper algo para saber cómo funciona, por jugar o probar determinadas cosas, aprisionándolos en la cárcel de la ignorancia y condicionándolos a que deben confiar en lo que les dicen creando niños sin sueños, sin preguntas y muy reprimidos.

 

Qué responsabilidad tan grande tenemos como docentes cuando con un estilo de clases podemos cortarles las alas a un niño cuartando su capacidad de asombro con la típica frase “las cosas son así” y los padres apoyando nuestra postura dando explicación a sus interrogantes con él “porque si” típicas expresiones que usamos cuando queremos evadir una pregunta porque realmente nosotros tampoco sabemos los por qué, nosotros tampoco experimentamos y nuestra curiosidad por el mundo desapareció siendo muy niños.

 

Crecimos tan reprimidos que nos asusta que nuestros chiquillos se cuestionen, nos aterra que sean críticos de los sucesos importantes, cuantas vergüenzas tenemos escondidas y sin querer se las traspasamos a nuestros alumnos, ¿por qué como sociedad no nos atrevemos a cuestionarnos? Siempre esperamos pacientemente que alguien más dé el primer paso, les decimos a nuestros hijos que no defiendan al compañero para no meterse en problemas, pero ¿Por qué después de tantos años seguimos teniendo miedo? Intentamos de todas las formas posibles olvidar nuestro pasado, que nada nos recuerde esos horribles sucesos y mucho menos queremos revivirlos, pero mientras bloqueemos esos recuerdos seguiremos con miedo. Por muy atroces que sean nuestras experiencias debemos acogerlas y  asumir que todo esto es parte de nuestra historia y que pasar por esto y seguir viviendo debe hacerme sentir orgulloso y más fortalecido, no debo dejar que mi pasado me reprima y que siga reprimiendo a mis hijos. Es importante contarles a los hijos cuales han sido mis vivencias como una enseñanza, como una historia de la cual pueden crear su propia postura, no avergonzarlos por hechos de los cuales no han sido participes.

 

Lamentablemente la escuela también tiene mucha culpa en mantener esta vergüenza por el pasado, y también hace vivenciar de una forma negativa este pasado comenzando por el estilo de su funcionamiento, sabemos que el régimen escolar es muy militarizado donde las jerarquías son muy marcadas, las reglas son estrictas y el desobedecer tiene consecuencias muy drásticas que avergüenzan al niño a tal punto que sus compañeros también se sienten avergonzados, no dejamos que nuestros alumnos florezcan, que se expresen libremente, que puedan ser críticos de su aprendizaje y seguimos en un círculo viciosos de represión, temor y vergüenza, pero esto se justifica en pro de la disciplina.

 

Intentando controlar a un grupo reprimimos las distintas formas de manifestación de los chicos , los avergonzamos, no dejamos que los niños se destaquen, ni que se diferencien, creamos como escuela y como sociedad un prototipo de hombre o mujer, validado por la comunidad, en donde el hombre tiene la responsabilidad de ser el sostén de la familia y la mujer el de criar a sus hijos debiendo permitir muchas veces tratos vejatorios por parte del hombre, donde este tiene el derecho y la obligación de portarse como un animal o no es hombre, y la mujer que quiere mantenerse soltera o buscar nuevos horizontes es muy mal mirada, donde los homosexuales son lo peor de la sociedad y debemos hacerlos sentir avergonzados de no encajar en los cánones de hombre y mujer que hemos establecido como sociedad.

 

Desde esta perspectiva un curso ideal para hacer clases sería aquel que no hable mucho, que no haga preguntas y que comprenda rápidamente las abstracciones matemáticas y obedezca instrucciones sin cuestionar la autoridad, pero esa no es la realidad, porque trabajamos con personas, no con máquinas y en la escuela tenemos niños no militares en entrenamiento, las personas necesitan afecto, protección, reconocimiento y sentirse pertenecientes. Debemos abrir la mente de nuestros niños y derribar las barreras que nos hemos autoimpuesto para realizar distinciones de género que son absurdas y que dañan tanto a las personas haciéndolas sentir diferentes cuando quieren expresarse espontáneamente, los avergonzamos y perseguimos sin piedad como si viviéramos en la edad media. En estos cientos de años creo que hemos evolucionado y ya no es necesario hacer estas distinciones absurdas y es hora de que dejemos de validar estas actitudes que solo sacan lo peor de las personas. Son estos elementos los que debería brindar la escuela puesto que avergonzando a los niños solo los hacemos más ajenos al colegio, los bloqueamos y de esa manera es muy difícil que puedan aprender porque dejan de tener una relación con la institución y con la sociedad en general.

 

Debemos tener claro que a la escuela no solo se va a aprender contenidos, al contrario los contenidos no nos sirven para la vida si no los contextualizamos, el aprendizaje debe ser práctico para nuestros alumnos. Detrás de cada niño hay un universo en si mismo que debemos conocer, si no tomamos en cuenta las realidades de nuestros niños no habrá aprendizaje, es por esto que debemos cambiar nuestro enfoque tomándonos el tiempo de conocer a nuestros alumnos, sus intereses, sus sueños, sus metas, sus destrezas y sus diversos estilos de ver el mundo dándole al niño la oportunidad de descubrir su propio aprendizaje. 

 

Hemos visto que una forma de conocer a nuestros alumnos es reconociendo los diversos caminos que toma para resolver un problema, cómo realiza un determinado experimento, por qué no deja solo a su amigo cuando lo ve en apuros, esos detalles, en realidad son muy grandes para dejarlos pasar, son esos detalles los que nos muestran la personalidad de nuestros alumnos y los que deberían hacernos pensar sobre por qué este niño toma una determinada decisión. Perdemos tanto tiempo preguntándonos por qué no nos entienden, creemos que ellos saben muy poco, pero no les hemos dado la oportunidad de mostrar lo que realmente saben, no les dejamos espacio para escojan qué quieren aprender y realizando talleres de aprendizaje sería una muy buena manera de despertar de nuevo su hambre de aprender, de destapar sus miedos de errar, estimular nuevamente su curiosidad por la naturaleza y mostrarles que la matemática es una ciencia que nos permite entender el mundo.

 

Pese a esto sabemos que siempre existirá vergüenza, pero la vergüenza no siempre es mala, la vergüenza es humana, es parte de lo más íntimo de nosotros mismos y nuestra tarea como docentes no es hacer desaparecer la vergüenza, puesto que ella nunca se esfuma, pero podemos aliviarla y ayudar a que el alumno transforme las máscaras que se ha puesto como protección, en expresiones positivas, debemos lograr que el alumno se descubra a sí mismo para que conozca el mundo tomando en cuenta su pasado y mirando hacia el futuro, nuestra labor es formar personas autónomas. “Formar” que palabra tan grande y que responsabilidad pesa sobre nosotros es por esto que esta tarea no se toma a ligera, se debe hacer con mucho cariño y responsabilidad. Para cambiar el futuro de nuestra sociedad se necesitan profesores empáticos y con compromiso, el futuro está en nuestras manos creemos juntos un futuro con más libertad y diversión.

 

BIBLIOGRAFIA

Arancibia Martínez, Leticia. Relaciones de poder y desigualdad en la escuela secundaria. El caso del Chile de transición y los desafíos desde el punto de vista de la democratización. Tesis Doctoral en sociología U.C.L. 2006

Herrera, Vilma. Foucault: Descifrar y ordenar una caja de herramientas. Notas para pensar la teoría de la educación. Revista estudios en ciencias humanas