Los científicos sugieren que los mecanismos neuronales de la música podrían haberse desarrollado originalmente para comunicar emociones, como un precursor del habla.
De hecho, ha cuajado tanto la idea de que la música mejora la inteligencia de los niños que, en algunos estados norteamericanos, ya hay escuelas donde los niños escuchan regularmente sonatas de Mozart, a pesar de que esta teoría todavía no se ha demostrado. Un estudio realizado por Frances Rauscher, una psicóloga experimental, demostró que los ratones que escuchaban a Mozart eran más rápidos a la hora de recorrer un laberinto. Esta especialista sugiere que la música estimula conexiones neuronales específicas situadas en el centro de razonamiento abstracto del cerebro, y que esto hace a los individuos más espabilados.
Pero no está demostrado en seres humanos, aunque en experimentos realizados previamente por Rauscher y otros investigadores, se ha visto que los participantes que escuchaban la misma sonata obtenían posteriormente una mayor puntuación en los tests que miden la inteligencia. Los autores sugieren que la música potencia la habilidad de resolver problemas de tiempo, espacio y secuencia.
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