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Hacia una aproximación del graffiti

Carmen Gloria Carvajal V.

Magíster en Literatura

Universidad Playa Ancha de Valparaíso

 

 

Lo están gritando,

 siempre que pueden

lo andan pintando

por las paredes…

Joan Manuel Serrat (1)

Desde tiempos inmemoriales, la sociedad ha desarrollado, en su constante devenir, un notable avance a través de cambios, estructuración y destructuración interna de los procesos sociales y cognitivos.

Dichos cambios son producto de la pluralidad  de intereses, lo cual provoca alteraciones, negatividades y estados de incomprensión, que se canalizan a través de un medio, sirviéndose de signos lingüísticos, ya sea orales (discusiones verbales, gritos, protestas, improperios, etc.) o escritos o graficados en algunas pancartas o antipropagandas.

Frente a las problemáticas sociales, surgen algunas respuestas, destacándose algunos tipos de canalizaciones tanto en forma activa como por ejemplo huelgas, protestas, etc. y otras, en cambio, en forma pasiva como el graffiti.

Al señalar el graffiti como un canalizador de  estados contrarios a ciertas prácticas sociales, debemos destacar que éste, como expresión social, es una denuncia cuya finalidad es resaltar opiniones e intereses bajo el absoluto anonimato, lo que se representa a través de la burla, la blasfemia de frustraciones individuales o colectivas, lo cual lo hace un medio eficaz e impune de opinión. Es un medio de reflexión para lograr un objetivo: mostrar el descontento experimentado en ciertos puntos de interés, intentando provocar un cambio interno en el lector. Hay una suerte de proyección, de un querer contagiar, estimular al otro para recibir su apoyo frente a su disconformidad, es decir, obtener una reciprocidad.

Nuestra sociedad privilegia la docilidad, la actitud no contestataria, irreflexiva, represiva, hipócritamente recesiva. Para ello, recurre a la estigmatización, generando espíritus acríticos, conciliadores, sumisos, aceptando de una u otra manera lo que dice o piensa la autoridad. Todo esto provoca un acallamiento social que tiene como respuesta este desecho intelectual que aflora en momentos de intimidad, esculpiéndose en una pared.

Por un lado, los graffiti y pintadas suelen ser anónimos y de escaso contenido informativo directo y se encuentran casi exclusivamente en murallas urbanas. Por otro lado, el transeúnte, poco dado al estudio semántico y sus diferenciaciones, no suele distinguir entre ambos conceptos. Es más, los medios de comunicación masivos como la televisión e Internet no los diferencian y los denominan indiscriminadamente a ambos graffiti. Ambos son sinónimos de manchas, rayas, rayones, suciedad o ruido contextual. Y eso es precisamente lo que los une, pues de acuerdo a la intención, a la actitud y al receptor son sustancialmente diferentes.

El graffiti viene de la palabra italiana graffito, que a su vez proviene del griego graphis, extendiéndose a “Grafía”, que señala el conjunto de signos con que se representa la palabra hablada.

El graffiti tiene una intención artística. Su lenguaje, por ende, es pictórico. Posee una voluntad de estilo, puede carecer de palabras o firmas. Los que hacen graffiti suelen reconocer en esto un arte, llamándose a sí mismos graffiteros, graffitistas o, simplemente, artistas. Lo que importa es el mensaje de las formas.

La pintada, por otro lado, utiliza un lenguaje verbal, posee una voluntad de información, quienes lo hacen no se consideran artistas, al contrario, no se autodenominan, son escritores ocasionales que utilizan la pintada como medio de opinión, no como fin.

Pero la presencia del graffiti no se limita al siglo XX. Ya en la antigua Pompeya, el graffiti estaba presente en las calles próximas a la Roma Imperial. Destacan en ellas los motivos sexuales. Por otro lado, aún quedan inscripciones en los muros de las catacumbas cristianas donde se refugiaban miles de feligreses que se identificaban a sí mismos con el dibujo de un pez.

De la antigua Roma, el emperador Vespasiano (responsable de la construcción del Coliseo Romano, del Domus Flavia (Casa de Flavia) y del Foro o Templo de la Paz)  para mantenerse informado de la opinión de su pueblo y, además, ofrecerles un canal de expresión, ordenó pintar con cal una muralla en la cual podían escribir libremente los ciudadanos sobre cualquier tema mientras duraba la noche.  Al amanecer, Vespasiano enviaba a soldados a pintar nuevamente el muro con cal, borrando así, lo impreso en él. Esto, durante todo su reinado. Cabe destacar que fue un emperador amado y admirado, que permaneció en el poder diez años, entre el 79 al 69 a. de C. (2)

Al generarse la explosión urbana y juvenil en el área de la comunicación en los años sesenta, tanto en Europa como en Estados Unidos, se creó esta nueva forma de comunicarse fuera de los medios de comunicación típicos como la radio, la prensa y la televisión. El muro, lugar absolutamente público, sirvió para plasmar sus opiniones, enviar mensajes a un receptor preconcebido, a un lector ideal. El graffiti es redescubierto en la era tecnológica y comunicacional. La prensa reconoció este fenómeno y plasmó en sus páginas “pintadas” que aparecían en las paredes tanto de hospitales, restaurantes y prostíbulos de Saigón. Algunos de ellos:

  • Sea feliz: invite a cenar a un vietcong... Bueno, pero denme un dato de un restaurante donde sirvan carne de perro.
  • Todo el que se acuesta con una vietnamita, es demasiado flojo para masturbarse.
  • Nacido para matar.
  • Pacificaremos este país aun cuando debamos matarlos a todos. (3)

 

Famosas son las pintadas que aparecen en las calles de París en el recordado Mayo Francés de 1968 cuando, sin autorización alguna, salen a las calles estudiantes universitarios desorientando a los partidos de izquierda y al estado gaullista. Surrealistamente, sorprenden a la sociedad con:

 

  • Seamos realistas, pidamos lo imposible.
  • Las paredes tienen orejas, vuestras orejas tienen paredes.
  • Consuma más, vivirá menos.
  • ¿Y si quemamos la Sorbona?
  • La insolencia es la nueva arma revolucionaria.
  • Eyacula tus deseos.
  • Me cago en la sociedad, pero ella me lo retribuye ampliamente.
  • Olviden todo lo aprendido y comiencen a soñar.
  • Debajo de los adoquines está la playa.

 

Los franceses en el 68 tomarían prestado el término graffiti del italiano, pues el término español “pintada” le era insuficiente para la fuerza semántica de tales protestas intelectuales.

En los setenta, en Nicaragua, repletan las murallas tomando un partido importantísimo en la revolución, siendo la representación viva del estado de ánimo y espíritu de las masas. Era imposible censurarlas, pues era  ‘la forma’ de comunicarse.

Y así, las calles empiezan a llenarse de grabados de protesta política, social, ideológica y antirégimen, plenos de inconformismo. Lo hacen en las calles y murallas, pues no tienen acceso a otro canal de expresión.

En esos mismos años, en Estados Unidos, se producía el mismo fenómeno. Jóvenes marginados del sistema, debido a causas económicas o racistas hacían, a través del graffiti, público su pesar. Utilizan spray para crear murales llenos de colorido. Al principio fue tímido y tentativo, pero al poco tiempo reunió a miles de jóvenes con el mismo sentimiento creándose, así, un movimiento.

De esta manera, al graffiti se le discrimina porque dice lo que no se debe decir, se lee lo que no se  debe leer y se ensucia lo que debería permanecer limpio. Nos sirve como un excelente mapa de cotidianeidad urbana para reconocer las inquietudes actuales.

Los graffiteros son autodidactas y se perfeccionan, al punto que influyen en grandes artistas como, por ejemplo, Andy Warhol y su popular art. (4)

Con la masificación y aceptación de esta forma de expresión, se entroniza el extranjerismo graffiti, nacionalizándose en todos los idiomas y, excepcionalmente, sin género y número.

Por otro lado, en España se privilegia el término pintada, que viene de pintar, trazar letras e imágenes. Sin embargo, como el vocablo grapho es tan amplio (rayar, pintar, dibujar, etc.), hemos considerado para el siguiente estudio denominar a ambos, graffiti y pintadas, indistintamente graffiti, pues es el término que comprende a ambos conceptos siendo, además, el término mediático más frecuente.

En Chile, los  graffiti  fueron  introducidos  desde  Estados  Unidos a través de los movimientos musicales denominados hip hop y  rap, los cuales muestran en sus videos, murallas repletas de dibujos y expresiones de inconformismo y protesta. El rap se originó en los sectores marginales de las grandes ciudades como New York, específicamente, en la selvática Brooklyn donde la ley del más fuerte impera. Jóvenes negros desesperanzados  ante la falta de oportunidades, se juntan en las esquinas para cantar, como sólo ellos saben hacerlo, sus melancólicos blues. Poco a poco fueron cambiando el ritmo, mas no sus letras que aún hablaban de esclavitud -si bien es cierto ya no con cadenas en sus muñecas y tobillos -que  se mantiene bajo la forma de prejuicios por parte de los blancos. El baile que le acompañaba se llamó breakdance.

Este movimiento de origen callejero y ritmo contagioso, pronto conquistó el oído de los blancos, quienes lo modificaron, sobretodo en sus letras, para dar inicio al hip hop que significa “salta y mueve las caderas” aludiendo a los movimientos corporales del breakdance. Esta nueva tendencia musical hablaría de la discriminación clasista en blancos.

Si nos atenemos a su génesis, cualquier  movimiento chileno de rap o hip hop estaría injustificado, pues en Chile no hay antecedentes de confrontación esclavos negros / amos blancos, como en el país del norte, mas sí marginación, sobretodo, socioeconómica. Y esto sí es fuente de denuncia. El joven chileno de clase mayoritariamente media-baja a baja se sintió identificado con este appartheid, reconoció en sí mismo el rechazo de un sistema fuertemente clasista.  Lo manifestó, primero, en las protestas y propagandas políticas durante los setenta; luego, protestas antirégimen en los ochenta y todos bajo la clandestinidad de la noche. En los noventa, con el regreso a la democracia, los motivos fueron otros: el fútbol, la religión, el amor, el sexo y, sobretodo, la discriminación económica, pues la igualdad de oportunidades constituye en la praxis otro sueño.

El graffiti es un excelente medio para expresar frustraciones, triunfos e  ideales, pues es anónimo volviendo, así, al origen de todo acto de creatividad: el encuentro primo con uno mismo.

En época anterior a la modernidad, el ser humano sentía la necesidad, también, de llenar espacios con belleza. Hoy por hoy, tenemos el espacio sobrecargado y, lamentablemente, no precisamente de belleza, pues la sociedad se ha refugiado en el facilismo y en la saturación de los sentidos.

El graffiti, texto público por excelencia, tiene esa particularidad de llenar espacios con parte esencial del emisor/graffitero y obtener, por la ilusión breve de un instante, la trascendencia y la verdad. Esta trascendencia que busca el hombre vuelve imperiosa la necesidad de comunicarnos, de expresarnos y de ser escuchados. A pesar de la gran cantidad de medios de comunicación existentes, el lenguaje es cada vez más escueto, impreciso y los espacios, restringidos. La opinión pública  carece, además, de importancia, pues la opinión es manejada sólo por algunos rostros públicos repetitivos.

Al ser razonable, el graffiti suele ser una fuente de denuncias sociales de alto calibre, catalizador de una época, motivo por el cual suele censurarse o, lo que es peor, autocensurarse.

Entonces, la lectura de los graffiti nos mostrará la realidad de una comunidad en un espacio y lugar determinado, “dejando al descubierto” la esencia colectiva o, simplemente, individual grabada, transitoriamente,  en una superficie.

 

 

(1)  Por la paredes (mil años hace...) del disco 1978.

(2)  http.//www.artehistoria.com/historia/contextos/704.htm

(3)  Las siguientes pintadas ennegrecidas fueron extraídas de Román Mazilli: “Graffiti: Las voces de la calle. Comunicación y vida cotidiana desde un enfoque psicosocial” http.//www.geocities.com/soho /museum/9653/graffit.html

(4)  Pedro Donoso. “Warhol+ Basquiat+ Clemente”, Diario El Mercurio, Santiago de Chile, domingo 17 de febrero 2002.