Soy un afortunado que ejerce la docencia hace casi 15 años y he ido mejorando mis prácticas poco a poco gracias a la experiencia y el estudio. Nuestra disciplina evoluciona rápida y constantemente; al salir de la universidad hace muchísimos años, veía que las clases se basaban en un entrenamiento muy simple, existían pocas tareas cognitivas, muchas vueltas a la cancha y circuitos extenuantes como única herramienta para desarrollar los objetivos fundamentales. Mi curiosidad me llevó un paso adelante y según autores emergentes se ponía en duda que todo lo anterior fuera lo más efectivo para mejorar la educación de los niños y niñas, que aunque muchas veces solo querían correr después de estar sentados durante todo el día, necesitaban mucho más que eso.
Como si esto fuera poco, los estudios decían (o dicen) que el tiempo de implicancia motriz de la clase de Educación Física no es suficiente. El estudio más positivo hablaba de máximo 23 minutos, de los 90 que dura la clase (y algunos estudios manifiestaban que son solo 14 minutos promedio) a lo que se sumaba (o suma) la gran cantidad de estudiantes eximidos con alguna justificación o los varios estudiantes que simplemente no querían (o quieren) realizar las actividades de la clase, no les gustaba (o gusta) “participar”; podíamos (o podemos) incluso sospechar que hay un alto porcentaje de rechazo hacia la actividad física o por qué no decirlo: hacia la clase.
Como profesores insertos en el sistema escolar formal, sabemos que nuestra clase de Educación Física es mucho más que un “acondicionamiento físico”, pero por alguna extraña razón en algunos lugares esto sigue pasando y va perjudicando a nuestros alumnos que, finalmente, se desencantan de la asignatura. Además, ésta resulta no ser significativa para la vida, que es lo que nos exigen nuestras bases curriculares.
Yo tengo suerte, ya que en mis clases es muy raro que no estén todos los niños participado y creo que la razón es muy simple: “nadie se resiste a un buen juego”. En mi búsqueda de crecimiento profesional entendí que los juegos eran una necesidad fundamental, cada vez más avalado por los grandes referentes de educación contemporánea y por las neurociencias; saber cómo funciona el cerebro de los estudiantes claramente es una información fundamental para poder generar los aprendizajes que buscamos, porque claro, hace algunos años parecía estar olvidado que estamos dentro del sistema escolar y que trabajamos para generar aprendizajes significativos y profundos.
Tengo seguridad, y quizás les pasa ustedes según el contexto, que si les digo a los estudiantes que realizarán una carrera continua 20 minutos alrededor de la cancha no los motivaré mucho, a no ser, como pasa muchas veces, que negocie y les diga que al final de la clase les daré tiempo libre para jugar fútbol o quemados (y no todos juegan siempre). En lugar de eso, ¿qué pasa si toda la clase jugamos?, ¿qué pasa si sin darse cuenta corren mucho más que esos 20 minutos? ¿y si con algunas premisas adecuadas su volumen de trabajo es mucho mayor que en un trabajo de circuito? ¿y si jugando aprenden la importancia de la actividad física y otros conceptos asociados? Quizás sólo debemos adecuar las estrategias para motivarlos a realizar actividad física. Dicho sea de paso, está más que asumido que la motivación es más importante incluso que el coeficiente intelectual para internalizar un aprendizaje.
No estoy diciendo de ninguna manera que no se trabajen circuitos físicos, ni largas carreras continuas, test o alguna otra actividad netamente físico-corporal, pues entiendo que vienen dentro del programa de estudios, pero bajo mi mirada ojalá no sean éstas las actividades que predominen en el cronograma anual, pues nuestro fin último es entregar habilidades y competencias para la vida, y para que puedan internalizar lo que queremos enseñarles, tienen que vivirlo y sobre todo disfrutarlo.
Hace años mis clases son en función del juego, la premisa es jugar, jugar y jugar. ¿No es acaso en el juego el momento en que más aprendemos? Según algunos reconocidos autores así es, esto orientado a nuestro curriculum y acompañado de efectivos momentos de reflexión y/o metacognición, siempre nos regalará buenos resultados. Para el juego es mucho más fácil traspasar filtros cerebrales que la información debe sortear para que se convierta en aprendizaje (motivación, atención, contextualización, experimentación entre otros). Además, sumamos como beneficio del juego que impone un trabajo social valórico, actitudes que se pueden reforzar mucho más fácil, por lo tanto, los niños que juegan ganarán mucho más de cara a su interacción con la vida misma.
No digo tener la receta mágica, pues en esta disciplina no hay verdades absolutas, pero me parece tal como dice en objetivo o propósito de los programas de estudios vigentes, que nuestro trabajo es enamorar a los niños del movimiento. Saber que jugar, correr y saltar es por lejos mucho más entretenido y con mucho más aporte a la salud que un celular, tablet o un juego de video y el camino, desde mi punto de vista, no es exigirlos al 80% de su capacidad física con un HITT o que hagan algunos tábatas en sus clases para después premiarlos para jugar fútbol o lo que ellos quieran. Para mí la clase completa es un premio, aquí no se juega al final, se juega toda la clase, siempre asegurando un aprendizaje.
Es solo una sugerencia, empezamos así y quizás logremos nuestro ansiado objetivo de tener una sociedad realmente dispuesta a moverse, y de una vez por todas vaciemos los hospitales y las farmacias llenando las canchas que, para mí, es la mejor de las maneras para ser saludables y por qué no decirlo, felices...
”La Educación Física se ocupa de la educación del cuerpo y del movimiento, entendiendo que educar el cuerpo es educar a la persona en su totalidad“.
Algunas Referencias Bibliográficas
Arbex, A. (2019). El juego en el aprendizaje: ¿Utopía o necesidad? Aprendeaver. https://aprendeaver.net/el-juego-en-el-aprendizaje/
Rodríguez Ruiz, C. (2020). El valor del juego como herramienta de aprendizaje. Portal Educativo de apoyo a Padres, Maestros y Niños en las Tareas Escolares. https://www.educapeques.com/escuela-de-padres/el-valor-del-juego-como-he...
Hernández Martín, P., Guevara Ingelmo, R. M., Urchaga Litago, J. D., & Moral García, J. E. (2020). Autopercepción de la motivación en las clases de educación física según el sexo, la edad y el tipo de práctica físico-deportiva. Papeles Salmantinos de Educación, 24, 149–162. https://doi.org/10.36576/summa.132087
López Pastor, V. M., Pérez Brunicardi, D., Manrique Arribas, J. C., & Monjas Aguado, R. (2015). Los retos de la Educación Física en el Siglo XXI (Challenges of Physical Education in XXI Century). Retos, 29, 182–187. https://doi.org/10.47197/retos.v0i29.42552
López Pastor, V.M. y Gea Fernández, J.M. (2010). Innovación, discurso y racionalidad en educación física. Revisión y prospectiva (Innovation, discourse & rationality in physical education. Review and prospective). Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte vol. 10 (38), 245-270. http://cdeporte.rediris.es/revista/revista38/artinnovacion154.htm
Miranda, M. (2020, 15 febrero). Estudio revela que ejercicio en clases de educación física dura en promedio 14 minutos. La Tercera. https://www.latercera.com/noticia/estudio-revela-que-ejercicio-en-clases...
Moreno Z, L., Concha L, F., & Kain B, J. (2012). Intensidad de movimiento de escolares durante clases de educación física de colegios municipales: resultados según el profesional que efectúa las clases. Revista chilena de nutrición, 39(4), 123–128. https://doi.org/10.4067/s0717-75182012000400003
Oliver, D. (2021, 14 septiembre). André Stern: “Los niños aprenden porque se entusiasman y no diferencian entre jugar y aprender”. El País. https://elpais.com/mamas-papas/2021-09-14/andre-stern-los-ninos-aprenden...
- Inicie sesión para comentar