El 16 de octubre se conmemora el Día del Profesor, sin embargo, hace mucho tiempo, ese día estaba incorporado dentro de la Semana del Niño tal vez como una señal de que los niños reconocían en sus maestros a quienes ocupaban el lugar de sus padres, durante su permanencia en la escuela, orientados por los mismos progenitores. Con el correr del tiempo, el ascendiente que solía ejercer el profesor o la profesora en sus alumnos, se ha ido desmoronando paralelamente con la sociedad entera que muchas veces busca el bienestar individual y material en lugar del crecimiento humano en su conjunto. En efecto, por estos días, observamos, vía internet, videos de escolares que mueven a la morbosidad más que al estupor; personas que, por dinero, se ofrecen como esclavos; las noticias dan cuenta del aumento de los hechos de violencia intrafamiliar y los femicidios, incluso, se ofrecen en venta a los hijos antes de nacer con el consiguiente menosprecio a la vida. Eso no es imaginable ni en la más estremecedora de las tragedias griegas. A menudo se olvida que “Las verdades, los valores, los comportamientos, los modos de pensar, de relacionarse con las otras personas y con el mundo se aprenden en el hogar, y es ésta una misión y un derecho que hay que ejercer amorosamente, y que hay que defender ante los peligros de un mundo materialista que se propone el acumular cosas como el sumo bien del hombre y de la sociedad. El hombre vale más por lo que es, que por lo que tiene” (S.S. Juan Pablo II)
Para nadie es un misterio que la formación de las personas recae, principalmente, en la educación y, el papel de sus profesores, consiste en contribuir al desarrollo de la civilización, sin embargo, los males de la sociedad suelen atribuirse, en gran parte, al único profesional, en Chile, que es evaluado (evaluación con falencias, todavía), por lo que los docentes, como lo han expresado públicamente, no sienten el reconocimiento de la sociedad y su autoestima se pasma.
Es tiempo de velar seriamente por la educación, pero debe ser un verdadero compromiso de todos. Se hace urgente y necesario reforzar el núcleo familiar. Los padres que leen cuentos a sus hijos parecen una raza en extinción.
En mi opinión, ningún país puede considerarse desarrollado sólo por tener una economía sólida. El auténtico desarrollo no puede desentenderse del capital humano.
Adolfo Godoy Castillo
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