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Ya ha pasado un año en que el escenario de la escuela presencial tuvo que cambiar drásticamente y acomodarse a un formato de clases a través de medios remotos, en los contextos que se ha podido instalar. Y es en este ambiente que el profesorado en general ha manifestado su constante preocupación por realizar sus clases “sin rostros”, pues no siempre se logra que la totalidad de los y las estudiantes estén conectados, y quienes se conectan no es el ciento por ciento que tienen sus cámaras encendidas.
Esta realidad inquieta a cada docente porque la falta de contacto visual, que muchas veces reporta estados de ánimos, rostros que evidencian no comprender el tema tratado, entre otros, no les ayuda a saber qué está ocurriendo al otro lado de su monitor.
Sobre esta temática, en el espacio Delibera de la Biblioteca del Congreso Nacional, aparece una noticia reciente que hace un análisis con miradas de diversos profesionales del por qué las cámaras apagadas en estudiantes y cómo influyen en el desarrollo de las clases, importantes a considerar al momento de preparar cada sesión de trabajo con nuestros alumnos y alumnas.
El dilema de los estudiantes que no encienden sus cámaras