Back to top

Cuéntame un cuento

  

Adaptación libre de la parábola del hijo pródigo del Nuevo Testamento.(Autor:Rodolfo Olivares)

Un hombre tenía dos hijos y el menor de ellos se acercó a su padre y le dijo: "Padre he decidido marcharme a otro lugar. Estoy muy aburrido y cansado de esta vida, así que entrégame la parte que me corresponde de mi herencia.

     Su padre se quedó pensativo y luego de reflexionar le entregó a su hijo lo que le pedía, despidiéndose afectuosamente.

El padre quedó muy triste y desconsolado con la partida de su amado hijo.

Por su parte el hijo, ya resuelto a partir, comenzó a ordenar una a una sus pertenencias: Sus camisas, zapatos, calcetines, pantalones, los cuales puso dentro de una maleta y emprendió el viaje hacia otro lejano lugar.

Luego de caminar un largo y agobiante trecho, se detuvo a la entrada de una comarca, observó el lugar y le pareció interesante quedarse allí para conocerlo. Al acercarse a una llamativa casa escuchó música y risas que alegraban el lugar; el joven caminante exclamó: Aquí sí que lo pasaré muy bien, este es el sitio donde yo quiero estar y saltó de alegría. Se nota que esta gente lo pasa super bien; no como allá en nuestra casa, donde solo tenía tiempo para trabajar y dormir.

Entró al lugar y comenzó alegremente a saludar a todos los que allí estaban presentes y los invitó  luego para que pidieran a su nombre, todo lo que quisieran de beber y comer.

Luego llamó a las sirvientas del lugar y les ordenó que sirvieran

A sus ya  interesados amigos; quienes comieron y bebieron a sus expensas.

Tan alegre y entusiasmado estaba que llamó a unas bailarinas para que alegrarán aún más la fiesta. Ya su emoción había llegado al máximo y sus recuerdos de su hogar y de su familia se desvanecían entre el alcohol y la vida licenciosa.

Con esta vida de fiestas y gastos descontrolados muy pronto su fortuna se fue terminando por lo que se vio en la obligación de vender sus pertenencias.

Y cuando todo lo hubo malgastado, los que se decían sus amigos lo abandonaron, y sobrevino una gran pobreza y hambruna en aquella provincia. Y comenzó a faltarle.

Pidió ayuda a las personas con las cuales había compartido gran parte de su fortuna y todos ellos lo rechazaron.

Y fue así como se acercó a un ciudadano respetable de esa comarca y le pidió trabajo. Este lo envió a cuidar los animales que tenía en su granja. Y aunque deseaba llenar su estómago con el alimento de aquellos animales, nadie se lo permitía. Y volviendo en sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí  Perezco de hambre!.

Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aun estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello y le besó.

    Y  el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tú hijo. Pero el padre dijo a sus   siervos: Traigan el mejor vestido y vístanle ; y pongan un anillo en su mano y zapatos en sus pies. Y traigan el becerro más gordo y mátenlo. Y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a contentarse    Y su hijo mayor estaba en el campo; Y cuando vino, y llegó cerca de la casa oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó que era aquello. Él le dijo; Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.

    Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre y le rogaba que entrase. Más él respondiendo dijo al padre: He aquí,Tantos años te sirvo y jamás te he desobedecido y nunca me has dado ni un cabrito para compartir con mis amigos. Pero cuando vino este tú hijo, que se ha malgastado tus bienes con rameras has hecho matar para él el becerro gordo.

   El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.  Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tú hermano era muerto, y ha revivido; Se había perdido, y es hallado. 

 

 

El patito feo

Como cada verano, a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos del lugar.Llegó el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verles por primera vez.Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto.Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de movimiento. Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente pato, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis...

La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito tan feísimo y le apartó con el ala mientras prestaba atención a los otros seis. El patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no le querían...

Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crecía muy rápido y era flacucho y desgarbado, además de bastante torpe el pobrecito. Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándole feo y torpe.El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y una mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero del cercado.

 

Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogió y el patito feo creyó que había encontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían, pero se equivocó también, porque la vieja era mala y sólo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato. También se fue de aquí corriendo. Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que pretendían dispararle.

Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontró las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes, gráciles y se movían con tanta distinción que se sintió totalmente acomplejado porque él era muy torpe. De todas formas, como no tenía nada que perder se acercó a ellas y les preguntó si podía bañarse también. Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:  ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros! A lo que el patito respondió:-¡No os burléis de mí!. Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso...- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no te mentimos.  El patito se introdujo incrédulo en el agua transparente y lo que vio le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque. Así fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió feliz para siempre.

-          FIN

 

El mal carácter

Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, el muchacho clavo 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era mas fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada dia que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta.

Le dijo: "has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves." Tu puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre.

Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física. Los amigos son joyas preciosas. Nos hacen reír y nos animan a seguir adelante. Nos escuchan con atención, y siempre están prestos a abrirnos su corazón.

 

 

volver a la portada