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A mi maestra básica

A mi maestra Básica

La maestra... tan buena como mi madre

y como ella, nerviosa,

de las que agrandan las cosas

y que por nada se queja.

Tenía entre ceja y ceja

esa cuestión del aseo,

y en lo mejor del recreo

revisaba las orejas.

Decía que un pajarito, al oído le contaba

qué niños molestaban

cuando salía un ratito.

Y si un grandote de quinto

armaba la tremolina, parecía una gallina

cuando cuida los pollitos.

Nos tomaba la lección

siguiendo el orden de la lista

y obligaba con la vista

a escuchar con atención.

Pobre maestra mía, no sabéis con que alegría

quisiera volver a verte,

no me vas a reconocer

sin embargo te diría:

“Yo ocupaba el tercer banco,

al lado de la ventana,

el que abría las persianas

cuando el sol no daba tanto;

el que se ahogaba en el llanto

la tarde en que te dejó.

Tú eres la dulce ilusión

de una edad que se fue,

por eso, vine otra vez,

para darte la lección.

Pregúntame, Maestra de Básica, pregúntame,

que cuánto me has enseñado,

lo llevo en el corazón.

 

Autor: Héctor