A mi maestra básica [1]
A mi maestra Básica
La maestra... tan buena como mi madre
y como ella, nerviosa,
de las que agrandan las cosas
y que por nada se queja.
Tenía entre ceja y ceja
esa cuestión del aseo,
y en lo mejor del recreo
revisaba las orejas.
Decía que un pajarito, al oído le contaba
qué niños molestaban
cuando salía un ratito.
Y si un grandote de quinto
armaba la tremolina, parecía una gallina
cuando cuida los pollitos.
Nos tomaba la lección
siguiendo el orden de la lista
y obligaba con la vista
a escuchar con atención.
Pobre maestra mía, no sabéis con que alegría
quisiera volver a verte,
no me vas a reconocer
sin embargo te diría:
“Yo ocupaba el tercer banco,
al lado de la ventana,
el que abría las persianas
cuando el sol no daba tanto;
el que se ahogaba en el llanto
la tarde en que te dejó.
Tú eres la dulce ilusión
de una edad que se fue,
por eso, vine otra vez,
para darte la lección.
Pregúntame, Maestra de Básica, pregúntame,
que cuánto me has enseñado,
lo llevo en el corazón.
Autor: Héctor